ADVIENTO. UN LUGAR PARA EL SEÑOR
(A modo de anuncio para el Primer Domingo de Adviento)
Hermanos: Hemos vivido un año de llamada a abrir puertas, la puerta de nuestra fe, para que el Señor entre en nosotros sin estrecheces, y nos habite y nos aliente en nuestro caminar.
Ahora, ante un nuevo adviento que se nos regala, se nos vuelve a anunciar de un modo especial que el Señor no se cansa y sigue viniendo. Sigue viniendo y saliendo cada día a nuestro encuentro. Eso no impide que celebremos y actualicemos su encarnación, y que sigamos preparando su venida definitiva. A todo ello nos abre esta puerta del adviento y se nos invita a entrar en su misterio de amor salvador y, por lo mismo, que le dejemos entrar.
El adviento, y la navidad que le sigue, no son sólo una venida, son un encuentro, y eso exige también una salida de nuestra parte, un salir de nosotros para hacer posible ese abrazo de Dios que nos llega en Jesús.
Y cierto, ese encuentro se realiza en la Iglesia, pero de un modo especial en nuestro interior, en lo más profundo e íntimo de cada uno de nosotros. El Señor no viene a asentarse en el aire, viene buscando ese lugar íntimo de nuestro ser donde poder hacerse uno con nosotros, donde podamos experimentarle no sólo como un divino huésped, sino como esa fuerza que traspasa todos los poros de nuestro ser, como si realizásemos una continua eucaristía donde ya no somos dos sino uno.
Sí, preparémonos para acogerlo. Abramos todo nuestro ser a su palabra que quiere también tomar carne en nosotros. Dejemos que nuestra fe y nuestra esperanza dinamicen un poco más el empeño de nuestro amor.
Estamos llamados a ser presencia, testigos de este anuncio que se nos hace, no de una manera repetida, sino queriendo ahondar en cada uno de nosotros. Sólo se puede vivir lo que toca profunda y gozosamente nuestras entrañas, porque sentimos que de ahí surge fuerza de vida.
El Señor viene, sí, pero no de una manera general, a un mundo abstracto e inconcreto, viene a mí, a cada uno de nosotros, a todo hombre y mujer que quiere hacer realidad ese encuentro que un día se nos hará definitivo y eterno, cuando la aventura del amor llegue en nosotros a su plenitud. Saquemos esa fuerza y esa esperanza de este encuentro, de este adviento, lugar y momento de nuestro ser él en nosotros y nosotros en él. ¡Ilusionado adviento y gozosa navidad para todos!
Delegación de Liturgia
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