Con su vida y sus virtudes, la beata Irigoyen es un modelo de amor incondicional a Dios y al prójimo para cada Sierva de María y para todos aquellos que desean vivir a fondo su compromiso cristiano. Nos estimula a imitarla en su profunda vida de oración, en su amor a la Eucaristía, que será siempre el hilo conductor de su vida, el motor de su existencia y el centro de su corazón, en su afán de servir a los demás; fruto sin duda alguna de ese amor de Dios que ardía en su corazón y que con toda sencillez repartía a manos llenas con los enfermos que cuidaba, con sus Hermanas de Comunidad y con todas aquellas personas que encontraba por las calles de Madrid.
El ejemplo de santidad de Sor María Catalina, nos habla más que con palabras, con el testimonio de su fidelidad de vida y nos cuestiona acerca de nuestra valentía y entrega en el seguimiento de Cristo.
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