El Diario de Avisos dedica hoy su contraportada a la figura del sacerdote Félix Hernández. Este rotativo ha venido publicando, desde hace varias semanas, cada martes, una semblanza de diversos presbíteros pertenecientes a la Diócesis Nivariense. Esta sección regresará el próximo martes, 6 de septiembre.
Del sacerdote Félix Hernández, el reportaje destaca, sobre todo, su gran caridad. Este palmero nació en San Andrés y Sauces. Ingresó en el Seminario con 19 años, siendo ordenado en 1907. Comenzó su vida pastoral en la parroquia de El Salvador de Alajeró, La Gomera. Después de pasar poco tiempo en otra parroquia de El Salvador, en La Matanza de Acentejo, fue trasladado a Nuestra Señora de El Rosario, en Barlovento, La Palma, y luego a la parroquia matriz de El Salvaor en Santa Cruz de La Palma, en la que estuvo 35 años.
Carmen Luisa, presidenta de "Justicia y Paz" recuerda a Félix Hernández como un hombre comprometido. "Su gran preocupación por liberar a los hombres y mujeres de todas las cargas, le llevó a dedicar muchísimo tiempo a estar en el confesonario para acoger, orientar, acompañar y ofrecer el perdón del Señor. Cada día se levantaba muy temprano. A las 6 de la mañana abría la Iglesia y se sentaba en el confesonario, mientras oraba, esperaba a gente de cualquier lugar de la Isla que acudía en busca de su consejo y orientación y a recibir el sacramento del perdón. Incluso, el día de su fallecimiento, casi inconsciente, quiso levantarse, preocupado por la gente que le esperaba en el confesonario."
Don Elías Yanes Álvarez, Arzobispo Emérito de Zaragoza, que descubrió su vocación al sacerdocio junto a D. Félix, el día de su fallecimiento escribió en el Diario de Avisos un artículo: DON FÉLIX: SENCILLEZ Y BONDAD. En este artículo, entre otras cosas, afirma: “… es uno de esos hombres de tan marcadas características personales que difícilmente se pueden hallar hombres parecidos. Los habrá mejores, más sabios, más santos, pero ese propio ser bueno que tuvo D. Félix no se repite… Su estímulo, el optimismo inasequible a todo desaliento... Más importante que las cosas que hizo, es su persona, lo que él fue: su devoción profunda: la Eucaristía, su ministerio más deseado: el confesonario; su técnica pastoral: la bondad, la sencillez, el optimismo y estas tres cosas prolongadas con tenaz perseverancia... Siempre me impresionó su espíritu abierto a todo lo nuevo, en contraste con otras personas de su edad. Don Félix siempre vio bien los nuevos métodos de apostolado, la orientación hacia nuevas metas, siempre gozoso… Y aquella humildad suya tan cercana siempre a los problemas modestos del vivir cotidiano de las gentes: la familia, el trabajo, el dolor ajeno, la pobreza, la cosecha, las fiestas…”
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