"La reflexión que quiero compartir hoy con ustedes tiene que ver con la situación que viven miles de personas en España y que tristemente pasa desapercibida para la mayoría de nosotros. Es la situación de las personas que migrantes, que por el siempre hecho de encontrarse en situación irregular pueden ser paradas en la calle, detenidas y enviadas a un centro de internamiento de extranjeros (los llamados CIE).
Este tipo de centro tiene como finalidad garantizar que se lleve a cabo la expulsión de las personas sobre las que recae un procedimiento de expulsión de nuestro país por no tener la necesaria autorización administrativa de residencia o en ciertos casos con una condena penal. Las personas pueden estar encerradas en estos centros hasta sesenta días. Uno de los ocho centros de este tipo en nuestra país está aquí en Tenerife.
Lo que personalmente me interpela de esa realidad es lo que denuncian muchas organizaciones que trabajan en el ámbito de las migraciones, algunas de ellas vinculadas a la Iglesia. En la práctica estos centros funcionan como "centros penitenciarios" pero para personas que solamente han cometido una falta administrativa. El internamiento que debía ser una medida excepcional para algunas situaciones concretas, se ha convertido en regla general. Y además se ha constatado que menos del 50% de las personas detenidas son finalmente expulsadas.
Y da igual si estas personas han vivido tiempo en España, si por la crisis han perdido su empleo y, como consecuencia, su permiso para permanecer en el país. No importa si tienen hijos o familia. Tampoco si están embarazadas, si tienen una enfermedad grave, o si son posibles refugiados o víctimas de trata. Se las priva de libertad sin valorar su situación personal. Su única falta: estar en situación irregular en España.
Y me preocupa como ciudadano y también como cristiano, porque esta situación no afecta solo a "extranjeros" sino a vecinos nuestros, a la madre del amigo de mi hijo, a la persona que cuida a nuestro mayor o a la familia que vive en mi edificio. Y creo que es tremendamente injusto e inmoral ya que ser una persona inmigrante no es un delito".
(Jesús Albertp Gonzalez Concepción, para la sección del Espejo "bloc de notas")
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