Los alumnos de 3º de EE.EE. del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias han participado desde el 20 al 24 de marzo en el Congreso sobre Constantino celebrado en Tarragona. Durante el desarrollo de este evento docente realizaron una actividad extra a la de recibir formación y ésa ha sido la de ejercer como corresponsales desde este Congreso. Como último colofón a su corresponsalía para el Departamento de Comunicación del ISTIC, les ofrecemos la entrevista realizada por estos alumnos al Cardenal Raffaelle Farina, Bibliotecario del Vaticano y Archivo Secreto.
Rafaelle Farina es un Cardenal salesiano de Italia, archivero del Archivo Secreto Vaticano y Prefecto de la Biblioteca Vaticana. Fue elevado a Cardenal en el 2007 por Benedicto XVI, así como archivero de los Archivos Secretos del Vaticano y Bibliotecario de la Biblioteca Vaticana el 25 de junio del 2007, reemplazando al Cardenal Tauran, que fue nombrado Presidente del Concilio Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Su Diócesis titular también se elevó pro hac vice al nivel de Archidiócesis en la misma fecha. El Cardenal Farina actualmente pertenece a la Pontificia Academia de las Ciencias.
-¿Cómo es posible dirigir toda la Biblioteca Vaticana y al Archivo Secreto?
-“Es una pregunta muy pertinente, porque el primero en estar maravillado, por poder dirigir estas dos instituciones, tanto la Biblioteca Vaticana y el archivo secreto, soy yo. Sólo no podría. El director ejecutivo del archivo secreto y de la Biblioteca es el Perfecto de cada una de las instituciones, yo he sido durante 10 años Perfecto de la Biblioteca Vaticana, y sin interrupción, ahora soy el Cardenal Bibliotecario y Archivista, normalmente este cargo suele estar reservado, según la tradición, a algunos de los Secretarios de otras Congregaciones Pontificias, como la de la Fe, como un cargo honorífico, pero al haber estado esta continuidad, pues muchos piensan incluso que el Cardenal, es el que lleva la dirección ejecutiva, es un cargo de supervisión, sobre todo, pero hay otras personas en el cargo ejecutivo del día a día. En el verano cumpliré los cinco años del encargo, podría haber una próloga de los 75 a los 80, como es costumbre habitual y se ha hecho con otros cardenales predecesores míos, pero espero que no sea así, el Papa, así mismo me lo ha transmitido y me ha encargado que busque a alguien que ame los libros, que ame los documentos de la Iglesia para poder nombrar un sucesor. Por tanto, la cuestión todavía está abierta y la veremos en breve”.
-¿Por qué llamarle Archivo Secreto si está abierto al público?
-“Desde su origen en el Archivo Secreto, están los documentos del Gobierno de la Iglesia. No tenemos los orígenes de estos documentos, las cartas que escribía el Papa, los resúmenes de los documentos que se enviaban, etcétera. No se han conservado desde la antigüedad, contamos con los primeros documentos desde el siglo IX, que son resúmenes de los primeros resúmenes del Vaticano. En sus inicios el Archivo Secreto se encontraba en una sala de la Biblioteca pero no se podía consultar, eran documentos reservados. Más adelante, el Papa Pablo V separará el Archivo haciéndolo autónomo y comenzará a crecer hasta ofrecer distintos lugares, tanto en el Capitolio, actual Ayuntamiento de Roma, como en otros espacios, hasta llegar a establecerse la actual sede, también en el Belvedere, donde está la Biblioteca, pero en el otro ala de ese patio grande del Belvedere. León XIII será en 1881, el Papa que abra el Archivo Secreto a la consulta de diversos estudiosos. La palabra Archivo Secreto, este adjetivo secreto no procede en origen del hecho de que no fuera consultable, sino del hecho de que era un archivo gestionado por la Secretaría del Papa, es decir, gestionado a secretis, por los secretarios del Papa, por tanto, este nombre ha continuado incluso después de haber sido abierto al público. Es el nombre que tenía en el origen esta estancia reservada, pero lo de secreto es porque es un archivo de Secretaría del Papa”.
-¿Qué tamaño tiene la Biblioteca Vaticana aproximadamente? ¿Cuántos libros hay?
-“La intención de la Biblioteca Vaticana, la del Papa Nicolás V, en 1451, fue la de servir a los estudiosos. Un siglo y medio más tarde, el Papa Sixto V modificó un poco el objetivo inicial clarificándolo, la biblioteca fue trasladada de las cuatro grandes habitaciones donde estaba a un ala de un atrio, en el atrio de Belvedere, que es una estancia mucho más amplia, mucho más grande. Y a la reforma protestante, pues se especificó también que era para todos los hombres de ciencia, para todos aquellos estudiosos y, sobre todo, para la defensa de la Fe Católica, en su conocimiento profundo. El tesoro de la Biblioteca Vaticana son los manuscritos, los libros más antiguos escritos a mano, de los cuales algunos sólo cuentan con una sola copia en la Biblioteca y de estos tenemos, en torno a unos 150.000. Los libros impresos, desde 1450, los famosos incunables, los primeros libros, algunos auténticas joyas, porque son ejemplares únicos, estaríamos hablando de dos millones de ejemplares. A todo esto, hay que añadir otro tipo de bocetos, desde Miguel Ángel hasta otros autores, para hacer regrabados, miniaturas de los diseños de los frescos de las pinturas del Vaticano, que pueden ser unas 400.000 piezas más de añadido. También hay otras 300.000 piezas de monedas antiguas, tanto de la República del Imperio Romano como de la Magna Grecia de la que Italia también formó parte, en torno al siglo III a.C. en adelante, y también, dentro de estas 300.000 piezas, estarían las medallas conmemorativas de diversos eventos, centenarios o aniversarios, que fue una medalla conmemorativa que inventaron los Papas y hoy se usa también en ámbitos civiles. La inventaron los Papas en 1450, es como una moneda grande, pero que no tiene valor de curso legal monetario sino recordatorio de un determinado acto importante ocurrido”.
-¿Se ha pensado en digitalizar ese elevado número de documentos para inmortalizarlos?
-“El objetivo principal era custodiar los documentos de la Iglesia como hace cualquier país, existe desde la antigüedad. Podría preguntarse uno para qué, es una pregunta inútil porque todos los estados conservan su patrimonio archivístico de documentos. En el Archivo Vaticano no hay sólo documentos relacionados con la vida de la Iglesia Católica sino también con las diferentes naciones, no sólo de los estados pontificios sino también de todas aquellas materias relativas a lo que afecta a la religión católica a lo largo de la historia. Por tanto, esta gran riqueza del Archivo Secreto Vaticano hizo que cuando el Papa León XIII lo abrió al público, muchas naciones fundaran en Roma un instituto histórico que permitiese a sus científicos e historiadores poder estudiar in situ, en Roma, el Archivo Secreto Vaticano y la Biblioteca, todos estos documentos y libros de la Iglesia, para poder profundizar, a su vez, en la historia propia de cada una de estas naciones. Un ejemplo que puede ilustrar todo lo dicho, son los informes que los nuncios vaticanos, en cada uno de los países, enviaban al Vaticano contando lo que pasaba en cada una de las naciones. Esos documentos se conservan en el Archivo Secreto y son de suma importancia para conocer la historia del país.
Las dimensiones del archivo son mucho mayores que las de la Biblioteca por una razón muy sencilla, la Biblioteca selecciona los libros nuevos que adquiere, concentrándose en los de más interés y en todo aquello que contribuya a comprender, poder leer y facilitar el acceso a los manuscritos antiguos. El archivo vaticano, por contrario, no puede rechazar ninguno de los documentos que le vienen, puesto que son parte de la historia, no son volúmenes, ni libros, sino documentos, por ello se necesita mucho más espacio para poder ordenarlos, clasificarlos y abrirlos a la consulta pública. Es decir, si hablamos en kilómetros lineales de estanterías, no en espacio de superficie sino lo que son frentes de estanterías, podemos decir que la Biblioteca Vaticana mide 50 kilómetros de estanterías, linealmente hablando, y el Archivo Vaticano estaría en el doble, unos 100 kilómetros lineales de estanterías.
La posibilidad de digitalización está contemplada y todas las nuevas tecnologías, porque la Biblioteca, sobre todo, presenta un problema de conservación. Los libros antiguos con el uso o el paso de mano en mano se van deteriorando, por tanto, ya desde hace tiempo se usaban facsímiles, reproducciones de calidad a color de todo esto. Y también, ahora, estamos apuntando en la digitalización de alta definición, incluso hay contactos con la NASA y con la astrofísica, para poder conservarlos. El microfilm se ha comprobado que dura al menos 200 ó 300 años, el digital está en período de prueba para poder ver un poco su conservación, porque entendemos que sería útil incluso en caso de que hubiera un desastre natural o alguna otra dificultad”.
Información realizada por Borja García y Jonay Carballo.
Coordinada por el reponsable de Comunicación del ISTIC, Domingo J. Jorge.
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