Julita, descansa en paz |
“Queridos amigos: cuando nos preparábamos para iniciar los talleres de la mañana en el Congreso Diálogo Fe-Cultura, el día en el que se iniciaban las ponencias del Congreso, así como llegan las cosas inesperadas, me enteraba de la muerte de Julita. Una mujer colaboradora de las parroquias de Finca España, a quien se le recuerda siempre corriendo de un lado para otro haciendo por los demás. Un accidente de tráfico cegó su vida y nos recordó el hecho siempre presente en el horizonte humano, de la muerte.
Hemos oído estos días que en estos años se ha vivido por encima de nuestras posibilidades, que de la crisis no salimos sin espíritu de sacrificio y austeridad, sin considerar a la persona y la familia como el mayor de los bienes de la sociedad, y que estos bienes no tienen precio. Hemos oído que la felicidad no tiene relación directa y necesaria con lo que tenemos, sino con lo que somos. Hemos oído que hace falta insertar valores en el motor de las relaciones económicas y políticas que nos ayuden a superar el mero interés y a acrecentar la búsqueda del bien común.
Y, en medio de tantas palabras, Julita nos dejó la última ponencia: todos tenemos que morir. Nadie vive aquí para siempre. Los años de nuestra vida tienen límite y caducidad. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si malogra su vida y pierde su alma? Acumular, acumular, acumular,… ¿para qué?, ¿para quién?. Estos bienes no nos los podemos llevar al final del camino.
¡Qué gran lección! Pensar en la muerte puede ser una ocasión para reconducir nuestra vida y salir de la crisis. Los ricos también mueren. Todos morimos.
¡Gracias, Julita por esta última Ponencia del mejor de los Congresos: “La vida vivida para los demás” (Juan Pedro Rivero, para el programa de radio “El Espejo de la Diócesis”).
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