Escena de "La vida es bella" |
"Hola amigos: en las celebraciones de Pascua siempre me ha sorprendido la insistencia de la liturgia en pedir a Dios que nos devuelva la inocencia que habíamos perdido. Es como si le suplicáramos que nos capacite de nuevo para la confianza en Él y en los demás, con quienes mantenemos una dependencia innegable, mientras sufrimos las consecuencias nefastas del egoísmo; que nos capacite para sorprendernos con lo fascinante, lo no alcanzado ni descubierto, lo que atrae por sí mismo y no deja indiferente a quienes tienen sensibilidad trascendente, porque nos hemos defraudado tantas veces que, confundimos madurez con cerrazón de mente y corazón, como si ya nada nuevo pudiera suceder, como si las promesas del futuro hubiesen agotado todo su contenido en la realización del presente.
Paralelamente a esta reflexión, vi en estos días la película: “La vida es bella” y, relacionándolo, entendí que la inocencia que suplicamos es sinónimo de capacidad para despertar la esperanza, adormecida por la desconfianza y la hostilidad de los mensajes ciertos, pero pesimistas, de que lo único existente es la frustración del presente. Por eso, más que nunca, como hijos e hijas de Dios, testigos del Resucitado, sigamos mirando al cielo con los pies en el suelo y, sin infantilismos, digamos: devuélvenos Señor la inocencia que hemos perdido. ADELANTE, HEMOS GANADO!" (Juan Antonio Guedes, para el programa de radio "El Espejo de la Diócesis").
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