Una conferencia impartida por las responsables del Taller de Conservación y Restauración del Cabildo de La Palma, Isabel Santos e Isabel Concepción, dará a conocer las principales características del trabajo de restauración llevado a cabo en el retablo mayor de la Iglesia Matriz de El Salvador, en Santa Cruz de La Palma.
Para acometer la restauración se montó un andamio con seis niveles que permitía acceder a todas las partes del retablo. Toda la obra estaba recubierta con una gruesa capa de barniz muy alterada que le confiere un tono muy oscuro al cuadro y al conjunto en general. Además de una capa de polvo y repintes puntuales en zonas muy determinadas del retablo y de manera total en los ángeles que coronan el ático que se encuentran totalmente repintados de pintura blanca.
Una vez completado el estudio previo y tomadas todas las imágenes de la obra antes de su restauración, se efectúo la retirada del polvo, se realizaron los test de solubilidad en diferentes zonas tanto del cuadro como del retablo, comprobando que la película alterada y oxidada de barniz se retiraba sin dificultad. De esta manera se comenzó a trabajar empezando por la zona del ático y descendiendo en los siguientes niveles.
Todos los elementos que conforman el retablo de altar mayor, que alcanzan los doce metros de altura, están realizados en madera de cedro y posteriormente se policromaron con las imitaciones marmóreas y se doro en los remates de las columnas corintias, en las cornisas del entablamento y rayos que rodean la gloria de nubes que corona el retablo.
La construcción del retablo del altar mayor (1840) y del tabernáculo fue una obra cuidadosamente meditada ya desde 1818. El diseño arquitectónico del retablo fue obra de Martín de Justa, mientras que al sacerdote Manuel Díaz se deben los jaspeados de apariencia marmórea, los cortinajes fingidos que decoran el testero de la capilla mayor y la ingeniosa y teatral maquinaria que acciona el expositor del tabernáculo, dejando ver la custodia.
En los últimos años, la historiografía artística ha interpretado esta obra, en una segunda lectura, como un programa de resonancias masónicas, al coincidir muchos de los elementos presentes en él con el imaginario y la simbología de la Orden del Gran Arquitecto del Universo. Entre otros el sol y la luna, alusivos a la Creación, y el triángulo equilátero como trasunto del Delta o triángulo luminoso con el ojo al centro, símbolo de los tres poderes divinos: Omnisciencia, Omnipresencia y Omnipotencia.
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