Hace algunos años nuestro obispo escribió un Jueves Santo: "La
celebración del Jueves Santo hace memoria solemne de dos gestos de Jesús en
aquella Última Cena: uno, el lavatorio de los pies a los discípulos y, el otro,
la institución de la Eucaristía. Ambos gestos, unidos a las palabras de Jesús
que nos transmiten los evangelios y que explican el profundo sentido de los
mismos, son —al mismo tiempo— el testamento y la herencia que Jesús ha dejado
para siempre a la humanidad. Un testamento firmado con su sangre derramada en la
cruz y autentificado con su resurrección de entre los muertos"...
"Para comprender esto mejor hay que traer aquí aquellas palabras que les dijo
Jesús a sus discípulos, también en la Última Cena, después de lavarles los pies:
“si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis
lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también
vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros”. Lavar los pies. Un humilde
gesto de servicio que resume toda la existencia de Jesucristo, una vida que el
mismo resumió con esta frase, “no he venido para ser servido sino para servir
y para dar la vida en rescate por todos”. Y eso mismo es lo que pidió a sus
discípulos de entonces y los que quiere que hagamos sus seguidores de hoy: que
nos sirvamos unos otros, como el lo ha hecho con nosotros, hasta dar la vida por
el bien de los demás.
Así se
entiende que el participar en la Cena del Señor, sentarse con El a la mesa,
afecta a la vida del que come y bebe el Cuerpo y la Sangre de Cristo, porque no
lo recibimos pasivamente, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega.
Como nos recuerda el Papa Benedicto XVI, en su encíclica Dios es amor: “Una
Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí
misma” (n. 14).
En la misma
Última Cena, por si aún no estaba claro, Jesús pidió a los suyos: “Amaos los
unos a los otros como yo os he amado”. “La señal por la que se sabrá que sois
discípulos míos es que os amáis los unos a los otros”. Jesús no pide nada que el
no haya hecho antes con nosotros. “El mandamiento del
amor es posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser mandado
porque antes es dado” (Dios es amor, n. 14)...
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