Fue la de esta tarde una celebración sobria, emotiva. El Prelado ha querido destacar en su homilía de dónde brota el amor cristiano, cuál es la fuente de las obras de la misericordia. Para ello reflexionó sobre el hecho de que Jesús cumplió su promesa entregándose por la salvación de todos, sirviendo y dando la vida.
Bernardo Álvarez invitó a los fieles a contemplar a Jesús en la última cena. Expuso lo que hizo Jesús, con qué actitudes lo hizo y lo que dijo, para sacar de dicha mirada algunas consecuencias: Jesús ama y su amor se hace servicio; lo primero es, por tanto, el amor de Dios por nosotros y, desde ahí, dejarnos amar por él y amar como él. “El gran servicio de Cristo es- dijo- darnos un corazón grande para amar como él ama”.
Estaríamos – sostuvo- ante un mandamiento imposible de cumplir si él no infunde su amor en nuestros corazones (un amor que perdona, purifica, renueva y transforma el corazón). Y esto es posible por la Eucaristía, ya que el mismo Jesús nos dijo: “sin mí no podéis hacer nada”.
En otro momento de su reflexión indicó Álvarez que lo que el mundo necesita es amor de los unos para con los otros. Un amor – dijo- que nos lo trae Jesucristo con su muerte y resurrección anticipada en la celebración de la última cena. El Obispo finalizó su homilía pidiendo al “Señor que infunda en nuestro corazón el mismo amor con que él nos ha amado, para así poder trasformar el mundo que nos rodea”, ya que “si reinara por todas partes este espíritu de amor y servicio que contemplamos en Cristo y que Él nos pide realizar, muchas cosas cambiarían”.
1 comentario:
Publicar un comentario