En
el más importante de los domingos del Año Cristiano, el Obispo Nivariense
presidía en la Sede Provisional de la Catedral el solemne pontifical del día de
la Resurrección de Jesucristo.
Bernardo
Álvarez recordó en su homilía que “el sueño de Dios es que seamos una sola
familia. Una gran familia extendida por toda la tierra, sin que importe la
cultura o la nación”. “Me emociona – afirmó- ver que somos un mismo y único
pueblo”. Esta realidad sostiene el hecho
de ocuparnos y preocuparnos los unos por los otros, “siendo testigos de Cristo
Resucitado, luchando, amando, viviendo con esperanza, al lado de los pobres”.
Este es el testimonio- prosiguió el Obispo- que hemos de dar los cristianos,
vivir como personas resucitadas, puesto que “hoy podemos encontrarnos con Jesús
resucitado cuando encontramos a mujeres y hombres resucitados”.
En este sentido
recordó Álvarez que no se trata solo de la vida eterna después
de la muerte en este mundo sino, también, de la posibilidad de ser personas
nuevas, aquí y ahora. “Seres humanos renovados por dentro, con un corazón
grande para amar, con corazón fuerte para luchar. Gracias a
la vida nueva que nos comunica Cristo resucitado, podemos ser, como dice una
canción, “hombres nuevos, luchando en esperanza, caminantes, sedientos de
verdad. Hombres nuevos, amando sin fronteras, por encima de razas y lugar.
Hombres nuevos, al lado de los pobres, compartiendo con ellos techo y pan”.
Previamente el Obispo había expuesto, como
hiciera su homólogo Cases en el pregón de la Semana Santa de La Laguna, cómo la
resurrección de Jesús cambió la manera de vivir de los primeros cristianos, que
pasaron de ser miedosos, excluyentes, a buscar los primeros puestos, a ser
valientes y libres para anunciar el
Evangelio. Por ello monseñor Bernardo Álvarez invitó a los fieles que llenaban
el templo de La Concepción a recordar las palabras de Jesús Resucitado: Paz, id
al mundo entero a anunciar el Evangelio, ve a mis hermanos, no tengan miedo, yo
estoy con ustedes todos los días... Así, apoyados en Cristo- enfatizó-
“venceremos una y otra vez, puesto que la lucha con el mal continúa. Hemos de
estar atentos y vigilantes. Sin Cristo no podemos hacer nada. Hemos, por ello,
de escuchar su Palabra, recibirlo en la Eucaristía, formarnos”.
Al final de la Eucaristía el Obispo
impartió la bendición apostólica en el día de la máxima solemnidad para la
Iglesia Católica.
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