"Así hemos vivido, entre olimpiadas y lágrimas, estos días universales en el deporte, que han configurado la primera quincena del mes de agosto. Ilusiones, esperanzas, alegrías por las conquistas; pero también tristezas, desilusiones y lágrimas. Hemos visto derramar lágrimas a quienes se quedaban a las puertas del podio, eliminados en el último segundo, por unos centímetros de menos o, incluso, por unas desafortunadas decisiones arbitrales. Olimpiadas y lágrimas.
Los canarios también hemos vivido pendientes del televisor y, de la misma manera, hemos alternado intermitentemente las imágenes de los Juegos Olímpicos con escenas dantescas, destructivas y aterradoras en las cumbres y los montes. Hemos visto derramar lágrimas a quienes se han visto desalojados, asustados por la potencia de un fuego devastador y los escaso recursos disponibles para sofocarlo adecuadamente. También hemos vivido entre Olimpiadas y lágrimas.
El olimpismo es una actitud abierta al esfuerzo personal, a la tolerancia pacifica y a la participación plural desde las cualidades personales; es un elogio a las capacidades de superación que tiene la condición física de los seres humanos; es el reconocimiento del éxito y la aceptación del fracaso desde la felicitación deportiva al ganador. Todos debemos ser muy olímpicos; lo ha sido la UME, los bomberos, los trabajadores forestales, los voluntarios, la Cruz Roja, las instituciones públicas y privadas,... Todos hemos hecho un verdadero esfuerzo por vencer al fuego. Y, sin embargo, olimpiada y lágrimas se han combinado estos días.
No es posible que esto quede amparado en la capacidad de nuestros montes de regenerarse, fuertes y duros, resistentes, olímpicos; y que las lágrimas derramadas no nos ayuden a todos a ser mucho más cuidadosos, prudentes, vigilantes, exigentes,... Para muchos de nosotros la naturaleza no es el producto azaroso de una cósmica combinación de elementos surgidos de una forma desconocida, sino que es el jardín en el que hemos sido colocados como administradores inteligentes por un Amor infinito que sostiene una alegre ilusión sobre cada uno de los seres humanos. Destruir no es olímpico, las lágrimas lo recuerdan" (Juan Pedro Rivero, sacerdote y director del Instituto de Teología Islas Canarias, sede en Tenerife).
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