
Ayer asistí a la celebración de una misa exequial por un joven, muerto de cáncer a los 25 años, que sentía vocación sacerdotal y que murió sin ordenarse, siendo aún alumno de la Facultad de Teología de Granada. Una vida truncada por la enfermedad en edad temprana. Una pequeña biografía pastoral. Muy chiquita, como una coma en un escrito.
En el discurso de la historia, unas vidas pueden resultar palabras grandes, escritas en mayúscula, entre admiración o comillas para destacarse... Pero hay también vidas anónimas, pequeñas, chiquitas, como comas o acentos.
¡Es curioso!. Son esas señales pequeñas las que dan sentido al discurso. ¿No serán esas vidas pequeñas, chiquitas, las proclamas más elocuentes en el discurso del existir?
En la balanza de la vida, el peso lo da el amor. Ninguna otra grandeza pesa tanto como pesa el amor. Lo que vale una vida enamorada. Lo que vale una coma. No tiene precio. Con afecto, y como siempre, un amigo” (Juan Pedro Rivero, para el programa de radio “El Espejo de la Diócesis”, en la sección “La carta de la semana”).
También puedes escuchar a continuación esta reflexión en boca del mismo que la escribió.
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