Todo camino alcanza, con sus luces y sus sombras, la última etapa. Pues esa fue la más larga, hoy viernes 3 de agosto. Bien temprano para que amaneciera mientras vamos de camino y así evitar el sol del mediodía. Y paso tras paso, después de 16 kilómetros, llegamos al Monasterio del Cister.
Después de la comida era inevitable un paseo por la Playa de los Cancajos y, con el permiso del vigilante de playa, un chapuzón.
La tarde de este día fue especial. La Eucaristía fue presidida por el párroco de San Pedro, Juan López, quien nos animó a afrontar la vida en su integridad, como Jesús, que sufrió con alegría la realidad del rechazo y del desprecio. Porque lo primero siempre ha de ser la voluntad de Dios.
La oración de las Vísperas se vio enriquecida por la presencia del Obispo que, estando en el templo parroquial de su infancia cristiana, no pudo evitar mostrarnos -ciertamente con mucho orgullo- la pila bautismal en la que nació a la vida de la Gracia.
Y por la noche: ¡Bienvenido el Seminario Menor!
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