Kilómetros de esperanza son los que están recorriendo los seminaristas junto a los formadores a lo largo de estos días. Kilómetros conociendo la realidad insular y diocesana a la que quizás un día servirán. Kilómetros reflexionando, con un documento de trabajo, sobre la vida como una peregrinación, que ayude a descubrir, en palabras del Beato Juan Pablo II, la verdad de la propia existencia, de la fe y de la personal vocación.
Kilómetros recorridos entre la acogida de las comunidades parroquiales con quienes celebran a su paso la eucaristía, compartiendo testimonio y sintiendo el cariño de la gente expresado verbalmente o en mil pequeños detalles de cariño, ya que por fin ponen rostro a aquellos por los que rezan a diario. Sirva como testimonio el de una mujer que, al paso de los seminaristas, preguntaba desde una azotea quién era uno de ellos, pues el día anterior le había tocado el nombre de ese seminarista para rezar en un rato de oración tenido en la parroquia.
Kilómetros
llenos de actividades para compartir la fe y la vida: vigilia de oración en Tazacorte,
encuentro de monaguillos en Mazo, e incluso un partido de fútbol en el estadio
Silvestre Carrillo con los jóvenes de las parroquias de Santa Cruz de La Palma.
Kilómetros
realizados en medio del cansancio de cada etapa no exenta de dificultad. Acostándose
tarde y levantándose a las 6:30 de la mañana. "Como la propia vida
con momentos de cuestas en los que el Camino se hace duro, otros de
caminar ligero y, en medio, alguien que sale al camino para ayudarte a seguir y
aliviarte el cansancio". Agujetas, ampollas, dormir en saco en el
suelo de pabellones de deporte o campos de lucha descubriendo como diría alguno
de ellos "desprendiéndose de todo una experiencia se convierte en
enriquecedora".
Todo por llegar al Santuario, a los pies de la
Señora de La Palma ofreciendo la oración y el cansancio para pedir por la
propia vocación y por cuantos, a su paso, pueda sentirse llamados por Dios al
sacerdocio.
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