Este miércoles acogió la Semana Teológica la última ponencia de Roberto Calvo centrada en la misión de los jóvenes. Toda la Iglesia – comenzó diciendo el ponente- tiene que ser “autotestimonio” para que los jóvenes quieran participar de su vida y misión. Esto tiene que darse en todo lo que la Iglesia hace y en todos sus miembros para que sea, de este modo, interpelante.
En este sentido Calvo expuso cuatro’ testimonios’ por los que la Iglesia puede resultar atractiva, a saber:
1.- Saberse situar en una sociedad plural y laica. La Iglesia es sacramento universal de Salvación, por lo tanto, tiene que ser signo en una sociedad laica, plural y diversa. En este sentido habló del comunicar comprensible y significativamente.
2.- Ir formando y favoreciendo unas comunidades de rostros conocidos. De piedras vivas, de templos de Dios. Habló de dos iconos: el peregrino, aquel que se acerca y aleja. El cambio el convertido es aquel que ha hecho una opción por Jesús. Esto es lo que hay que proponer. Es preciso acoger para que los jóvenes sientan una pertenencia real a la comunidad, protagonistas con derechos y deberes. Todo ha de apuntar a la corresponsabilidad y sinodalidad.
3.- Presentar una alabanza con el sabor de la vida. Toda la liturgia, la vida celebrativa de la Iglesia ha de ser celebración pascual y conducir – defendió - del altar del mundo al altar del pobre. Alabanza que lleve una espiritualidad evangélica, atenta a los acontecimientos humanas, eclesial, abierta a la experiencia de Dios. En este sentido la oración es bueno que nos conduzca a lo que denominó ‘el taller del deseo’. Se precisa, por tanto, una alfabetización en las claves del Dios cristiano, pues todos somos místicos en potencia.
Y 4.- Conjugar la pastoral de jóvenes con la pastoral en general, con nuevos animadores juveniles a la altura de los jóvenes y de este tiempo. Puesto que los jóvenes son ámbito de misión, algunos impulsados por el Espíritu deben llevar adelante este proceso como profetas y mártires. Así los jóvenes han de ser evangelizadores en su ambiente y más allá del mismo.
En este sentido Calvo expuso cuatro’ testimonios’ por los que la Iglesia puede resultar atractiva, a saber:
1.- Saberse situar en una sociedad plural y laica. La Iglesia es sacramento universal de Salvación, por lo tanto, tiene que ser signo en una sociedad laica, plural y diversa. En este sentido habló del comunicar comprensible y significativamente.
2.- Ir formando y favoreciendo unas comunidades de rostros conocidos. De piedras vivas, de templos de Dios. Habló de dos iconos: el peregrino, aquel que se acerca y aleja. El cambio el convertido es aquel que ha hecho una opción por Jesús. Esto es lo que hay que proponer. Es preciso acoger para que los jóvenes sientan una pertenencia real a la comunidad, protagonistas con derechos y deberes. Todo ha de apuntar a la corresponsabilidad y sinodalidad.
3.- Presentar una alabanza con el sabor de la vida. Toda la liturgia, la vida celebrativa de la Iglesia ha de ser celebración pascual y conducir – defendió - del altar del mundo al altar del pobre. Alabanza que lleve una espiritualidad evangélica, atenta a los acontecimientos humanas, eclesial, abierta a la experiencia de Dios. En este sentido la oración es bueno que nos conduzca a lo que denominó ‘el taller del deseo’. Se precisa, por tanto, una alfabetización en las claves del Dios cristiano, pues todos somos místicos en potencia.
Y 4.- Conjugar la pastoral de jóvenes con la pastoral en general, con nuevos animadores juveniles a la altura de los jóvenes y de este tiempo. Puesto que los jóvenes son ámbito de misión, algunos impulsados por el Espíritu deben llevar adelante este proceso como profetas y mártires. Así los jóvenes han de ser evangelizadores en su ambiente y más allá del mismo.
La disertación finalizó con la exposición del ponente de su sueño: Dar bendiciones, bendiciones a Dios, bendiciones a tantos jóvenes y bendiciones para cuantos trabajan con ellos.
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