No se extrañen. Que no; que es lo lógico y, además, lo que debe ser.
De la tablilla al papiro, del papiro al pergamino, del rollo al libro, del libro en papel a la digitalidad en la comunicación,... Así camina la historia de la cultura. No es de extrañar que el Papa, en el cumplimiento de su misión, haya sucumbido a lo inevitable, a los 140 caracteres de Twitter para entrar en comunicación con los cristianos y con aquellas personas que le quieran escuchar.
Tal vez debamos reenfocar nuestra valoración de los medios al contenido. Porque lo importante no es el medio a través del que se comunica, sino el contenido de la comunicación. De nada servirá un medio extraordinario si no hay nada que decir, o lo que se dice carece de interés. No es éste el caso. Y no lo digo porque me confiese católico, sino porque el Papa no ha rehusado el esfuerzo de compartir, en clave de diálogo, con cualquiera que tenga algo que decir -así está su público diálogo, entre otros, con Habermas-.
En una ocasión me regalaron una frase que guardo como un tesoro: "Donde acaba la razón, comienza la ideología". Y lo razonable es ofrecer aquello que configura nuestro mundo de certezas al debate público del pensamiento. Ocultar nuestra certeza no nos libra del esfuerzo, incluso callado, de tener que justificarnos a nosotros mismos los motivos de nuestras afirmaciones.
Si Pablo usó el areópago de Atenas para presentar el contenido de su certeza vital, ¿por qué el Papa, hoy, no puede subirse al areópago de los 140 caracteres para compartir con quien lo desee escuchar las suyas? No sólo es oportuno; creo que es un deber que nace de la obediencia a quien nos envió hasta el extremo del mundo...".
(Juan Pedro Rivero, para el programa de Radio "El Espejo").
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