Hablar de la Virgen como luz, puede abarcar enciclopedias enteras y aún quedarnos cortos. Pero nosotros somos privilegiados ya que la luz que hay en nuestra tierra en este mes de agosto, nos muestra un pequeño esbozo para comprender algo de su resplandor.
Desde que María tuvo la experiencia de llevar a Dios mismo en sus entrañas, se convirtió en la portadora sin precedentes de la Luz. María de Candelaria es “luz inextinguible” porque en ella se cumplen las esperanzas de todos los tiempos. Y es que en María se hace verdad lo que Dios ha puesto de manifiesto desde siempre; nada más y nada menos que en la debilidad Él se hace más presente.
La señora de Candelaria en estas fiestas de agosto, nos invita a que hagamos nuestro el canto del “Magníficat”, ya que en él reluce en todo su esplendor la fe de María y su afinidad maternal con su hijo Jesús. Todo este canto resume la idea del reino de Dios que nos trae Jesús. Para María el signo visible de la venida de ese reino es la humillación de los que se creen más que los demás, la derrota de los poderosos, el vaciamiento de los ricos; la exaltación de los humildes y los pobres.
María anuncia la predicación de Jesús en las Bienaventuranzas, es decir, el plan de Dios que deberá transformar las estructuras de este mundo tan convulso.
María capta como nadie la ternura de Dios que es Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor, es ternura, es compasión. Y es que María de Candelaria nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios del amor y la misericordia, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.
En estas fiestas de agosto me gustaría que sintieras peregrino, romero que vienes hasta Candelaria para contemplar, rezar, llorar, reír y cantar ante la más “bonita, la más morena”; me gustaría que sintieras cómo te acurruca esa mirada cargada de luz y de verdadera acogida que solo las madres saben hacer. Que te sientas como aquellos guanches que no comprendían qué era aquello que encontraron en las playas de Chimisay, que se asustaron y de primeras no comprendieron; pero que luego veneraron y cuidaron y que nos dejaron como la mejor de las herencias que podamos
recibir.
Cuando en estas fiestas de agosto sientas la luz de la mirada de Candelaria, Señora nuestra que ha llenado de luz cada rincón de las siete Islas Canarias, ten la certeza de que te llevas la experiencia de una caricia que fluye desde tu corazón creyente que siente el gozo y el dolor, el bien y el mal; la vida, la muerte y la resurrección, porque late al ritmo espiritual de las emociones, que solo la Señora de Candelaria sabe transmitir, porque surgen al lado del mar de nuestra tierra y de la risa que traen sus olas.
Fr. Jesús Mendoza González OP
Rector de la Basílica
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