Lo digo como lo siento: queridos catequistas, son un tesoro precioso de la comunidad cristiana: gracias. Gracias, catequista, por estar ahí, en la brecha, todas las semanas… por dedicar tu tiempo y tu persona a otros, por “tomar parte en los duros trabajos del Evangelio” (2 Tim 1,6-8). Sé que no corren tiempos fáciles para la evangelización y la catequesis; quizá nunca lo fueron. Sé que te puede asaltar la pregunta: ¿Y total para qué? Un lamento y una queja que no son superficiales. No te falta razón en parte, porque al final hay pocos frutos, o no se ven, y esto desanima. Tienes madera de héroe por no dejarte vencer por el desánimo y o la tentación de abandonar y dimitir.
Y, sin embargo, hoy me siento a escribirte estas palabras para agradecer a Dios el don de tu vocación y elección, porque sí, fue Él quien te llamó y te eligió..... y tu respondiste sí. GRACIAS MIL.
Y, sin embargo, hoy me siento a escribirte estas palabras para agradecer a Dios el don de tu vocación y elección, porque sí, fue Él quien te llamó y te eligió..... y tu respondiste sí. GRACIAS MIL.
En la revista Iglesia Nivariense del próximo mes de febrero, les dedicaremos a todos los catequistas algunas de nuestras páginas.
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