jueves, 6 de octubre de 2011

"AFORTUNADO Y DESBORDADO", JULIÁN ANDRÉS AZCÁRATE ACOSTA

El Señor, que desde siempre me conocía, me llamó a la vida el 3 de mayo, hace 27 años, en Villa Rica, al sur de Colombia. Fui bautizado en la parroquia de La Inmaculada Concepción, el 30 de junio del siguiente año. Mi bautismo fue un gran regalo que siempre estuvo conmigo, pero que no abrí hasta los 15 años que tuve mi experiencia de Dios, mi encuentro personal con Cristo, por medio del grupo de jóvenes de la parroquia. Ahí fui descubriendo que el Señor me llamaba a algo, pero no sabía a qué, y gracias a las mediaciones que Dios puso en mi vida, fui discerniendo la vocación.

A los 17 años ingresé en el Seminario Mayor San José de la Arquidiócesis de Popayán, en Colombia. Empecé en el 2001 en el curso introductorio, con muchas dudas; al año siguiente comencé a estudiar Filosofía y cada vez más iba encontrando respuestas a mis interrogantes y descubriendo la voluntad del Señor sobre mi vida. En el 2004 ya estudiaba Teología y recibí la Admisión Canónica a las Sagradas Ordenes. Luego, contando siempre con el Señor, pensé en la posibilidad de venir al Seminario de Tenerife para terminar mi proceso formativo y estar con mi familia que había emigrado hacía 10 años a España.

Fue así como el Señor, en el año 2009, me trajo a Tenerife y confirmé que la voluntad de Dios era que le sirviera toda la vida como Sacerdote, incardinado en la Diócesis de San Cristóbal de la Laguna. El Señor ha querido ubicarme en este momento de la historia (Aquí y Ahora) para ser Discípulo y Misionero en esta Iglesia Nivariense, lo que me hace muy feliz, porque a pesar de las cruces, constato que mi sueño de ser sacerdote coincide con la voluntad de Dios, “pues la voluntad del Señor es Agradable, Buena y Santa” (Rm 12,2).

Me siento muy afortunado al recibir una Gracia Desbordante que recibo no por merecerlo, sino por puro amor y gratuidad del Señor a pesar de mi poquedad (1Tm 1, 12-14). Por eso mi respuesta es: “Me entrego tal como soy al Señor, soy una ofrenda que desde siempre le ha pertenecido a Él y busco configurarme con Cristo Buen Pastor”.

Dios ha estado grande conmigo, ha salido a mi encuentro, ha curado mis heridas y me ha lavado los pies. Lo mínimo que yo puedo hacer es corresponderle en mis hermanos, pues el Señor me dice: “si yo el Señor, el maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Jn 13, 14). En esta ordenación del sábado experimento como Dios ha estado siempre presente en mi historia de salvación y me dice que sea servidor, pero no cualquier servidor, sino un santo servidor.

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