Tema: Transformados por la espera paciente del Señor.
Lecturas: 1 Sm 1, 1-20; Heb 11, 32-34; Mt 3,13-17.
Lecturas: 1 Sm 1, 1-20; Heb 11, 32-34; Mt 3,13-17.
Comentario: La victoria está frecuentemente asociada al triunfo inmediato. Todos conocemos el gusto del éxito cuando, después de una prueba difícil, llega el turno de las felicitaciones, del reconocimiento y también de las recompensas. Este concepto de victoria transformadora nos enseña que ella tiene lugar en el tiempo de Dios, no en el nuestro, lo que nos invita a una confianza paciente y a una profunda esperanza en Dios. Ana da testimonio de esta paciencia en la confianza y la esperanza.
El salmista se hace eco de la espera paciente de Ana en medio de otro tipo de lucha. Él da gracias a Dios que quita la vergüenza y la confusión, y continúa confiando en su amor inquebrantable.
El autor de la Carta a los Hebreos recuerda la paciencia de personas como Abraham (6, 15) y otros que han salido victoriosos por la fe y la confianza en Dios. Entender que Dios interviene y maneja los hilos de la historia humana evita la tentación de querer triunfar a modo humano.
En el Evangelio, la voz del cielo en el bautismo de Jesús proclamando «este es mi Hijo amado» parece garantizar el éxito inmediato de su misión mesiánica. Sin embargo, resistiéndose al diablo, Jesús no sucumbe a la tentación de entrar apresuradamente en el Reino de Dios sin demora, sino que revela pacientemente lo que la vida en el Reino significa, a través de su propia vida y su ministerio, que conduce a su muerte en la cruz.
El trabajo por la unidad de los cristianos se parece a los hechos relatados en la Carta a los Hebreos. Si esperamos pacientemente no es por impotencia o pasividad, sino porque tenemos profunda confianza en que la unidad de la Iglesia es don de Dios y no un logro nuestro. Esta paciente espera, esta oración y esta confianza, nos transforma y nos prepara para la unidad visible de la Iglesia, no como nosotros la pensamos, sino como Dios la da.
Oración: Dios fiel, tú mantienes tu palabra en todo tiempo. Haz que, como Jesús, tengamos paciencia y confianza en tu amor inquebrantable. Ilumínanos por tu Espíritu Santo, para que no obstaculicemos la plenitud de tu justicia por nuestros juicios apresurados, sino que seamos capaces de descubrir tu sabiduría y tu amor en todas las cosas. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión: 1. ¿En qué situaciones en nuestra vida debemos tener una mayor confianza en las promesas de Dios? 2. ¿Qué aspectos de la vida de la Iglesia están particularmente expuestos a la tentación de actuar precipitadamente? 3. ¿En qué situaciones debemos esperar los cristianos y cuándo debemos actuar juntos?
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