domingo, 23 de enero de 2011

NO TEMAS, PEQUEÑO HERMANO MUERTO


Este jueves ha muerto un cura joven. No es el primer compañero que fallece, y preveo incluso que en este sentido lo peor para mí está por venir. Pero la muerte de Chú, que así lo llamaban hasta sus obispos, ha sido un duro golpe, un mazazo de esos que te obligan a pedir un tiempo muerto en la partida antes de tratar recomponerte y de seguir con tu vida normal. Demasiado pronto ha sido, innecesariamente lento, asquerosamente injusto ha sido.

No le orquestaré un homenaje en este rincón porque creo que esas farándulas le gustaban incluso menos que a mí. Pero aprovecharé su muerte para hacer lo mismo que él hizo con su vida: anunciar a Jesucristo, su Señor, muerto y resucitado, el que ahora le ha llamado y cuyo rostro contempla ya cara a cara.

Chú se sintió llamado un día a la fe, y desde que dio su respuesta no paró de escuchar llamadas de su Dios. Por eso su felicidad. Y por falta de eso, estoy convencido, la desesperante apatía con que muchos hombres y mujeres arrastran con nostalgia o con ansiedad el peso de sus días. Sinceramente, si nadie nos llama, si no somos realmente importantes para nadie con capacidad para reinventar nuestra vida, si somos una triste aventura físico-química sin sentido... sinceramente, ¿para qué prolongar la farsa de amanecer cada mañana con la apariencia de estar preñados de esperanza?

Por el contrario, dice hoy el evangelio que hay una llamada para cada uno de nosotros. Para todos y todas. Una singular llamada para cada ser humano que comparte la insuperable aventura de estar vivo. Dice hoy la Escritura que no somos el fruto de la casualidad, que a poco que nos empeñemos escucharemos a Dios diciéndonos: ¡Ven, sígueme!

Y dice un notable teólogo, Urs von Balthasar, sobre su llamada: “Todo lo que yo tenía que hacer era simplemente dejarlo todo y seguirle, sin hacer planes, sin el deseo de experimentar intuiciones particulares. Sólo debía estar allí, sencillamente quedarme quieto para que Él me tomara”. “No necesitas nada, se te necesita a ti”, concluye el cardenal suizo.

Ahora que te han llamado, Chú, esta vez de una forma definitiva para definitivamente abrazar a tu Señor, miro tu camino y concluyo que no ha sido ni pronto ni tarde. Que cuando es Dios quien trastoca lo previsible, lo único que hace es recordarnos que sigue llamando, que sigue siendo igual de sorprendente, generación tras generación, para recordarnos que se nos necesita a cada uno.

Sólo ahora, al final, una concesión a la nostalgia de aquellos tiempos buenos: conociéndote, hermano, el pasado jueves habrás llenado el cielo de símbolos, luces y colores para explicar que tras oír su voz ya nada fue igual en tu vida. Porque supiste hacerlo, no temas, hermano.

Carmelo Pérez Hernández

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Su gran labor está y seguirá estando entre nosotros.

Anónimo dijo...

Fue lo que quiso ser, esa persona sencilla que me enseño a querer a dios, que se sentaba a mi lado y me daba animo cuando lo neceitaba, fue simplemente el, por eso para mi siempre sera la estrella que mas brilla en el cielo y la persona que esta mas cerca de dios. Chus siempre en mi memoria. Un herreño Ruben

Anónimo dijo...

fue un hermano, y un hijo para mi familia,el señor se ha llevado ha ese niño que fue delante de él preparando sus caminos como dice el canto de zacarias Lc1,76.
el sera para mi familia el angel de la guarda que guiara nuestros caminos, chus te llevaremos siempre en nuestro corazon donde quiras que estes TE QUEREMOS!