jueves, 25 de agosto de 2011

"DIARIO JMJ" DE UN JOVEN PEREGRINO (II)

Martes, 16 de Agosto de 2011. "Diario JMJ" de Héctor.
Este verano algo muy grande va a pasar. Con esta ida comienzo la segunda página de un diario inolvidable. Entre páginas, quedarán más que palabras. Lo que en este martes 16 de Agosto ha sucedido permanecerá para siempre en este diario. Los hechos los sonidos, las experiencias y sensaciones serán lo que de forma a este relato, que a través de mis afortunados ojos pretendo captar, para hacer testigo a los demás, de la magia de la JMJ.

La primera escena en la que este diario nos sitúa corresponde en el momento en el que cada peregrino prepara su equipaje, algo que es más especial de lo que a priori nos pudiera parecer. Cerrar la maleta y saber que casi vas con lo puesto y confiar en que Dios provea, se convierte en una de las primeras grandes sensaciones de la JMJ. ¡Es la predisposición!: Dios es el que guía, nosotros le seguimos.

Cambia el escenario. De la tranquilidad de mi casa, he pasado a un barullo inteligible. Se mezclan las risas, los nervios y las prisas y, al fin, comprendo que estoy en el aeropuerto, con un pie y medio en el avión y con la mente puesta en una única cosa, en una única ciudad, en un solo acontecimiento. Tras dos horas y media de vuelo, después de tantos planes, pisamos Madrid. Apenas puedo echar un vistazo en el instituto en el que nos vamos a alojar, pues el tiempo apremia y la misa inaugural va a comenzar. El primer gran acto de la JMJ, y ¿nos lo vamos a perder? No, de ninguna manera y bendita suerte que tenemos pues cuando nos subimos al atestado tren que nos ha de dejar en Atocha, nos encontramos con el verdadero espíritu de la JMJ. Españoles y franceses, enfrentados en un duelo musical, armados con las guitarras, castañuelas y una veintena de voces, cantan sin cesar durante todo el trayecto rivalizando por quien manifiesta la fe y la dicha de sentirse amados por Cristo de manera más excesiva. Y con los ojos como platos y la boca abierta, camino por Madrid rodeado de banderas, algunas desconocidas, y viendo grupos que cantan a la izquierda y que bailan a la derecha. Los pelos se me ponen de punta, ¡de verdad!.

La misa más multitudinaria a la que haya asistido nunca, termina por rematar una tarde en la que verdaderamente he tenido que ver dos veces para creerlo. Y ahora, sentado en el escritorio y al tiempo que acabo con estas líneas, me asalta una pregunta: si en este mediodía de viaje, el Señor me ha sorprendido de esta manera, ¿quién sabe lo que nos tiene preparados para el resto de los días venideros? Algo grande va a pasar, lo único es dejarse sorprender .

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