sábado, 27 de agosto de 2011

"DIARIO JMJ" DE UN JOVEN PEREGRINO (IV)

Jueves 18 de agosto de 2011. Este verano algo muy grande está pasando. Lo que hoy hemos vivido en la llegada del Papa a Madrid es sencillamente indescriptible. Aun no comprendo como un mismo Jesús nos ha convocado a todos aquí, ¡pero lo ha hecho!. Creo que no soy consciente todavía de la dimensión que el día de hoy ha tenido. Millones de personas pendientes de nosotros y aquí, en un Madrid convertido en un horno, echados en la calle, apretados como sardinas en lata, en medio de la Plaza de Cibeles.

Pero vamos a recapitular: sinceramente el día no ha tenido desperdicio. Con la salida habitual de cada mañana desde el instituto hasta el metro dábamos comienzo a una nueva aventura en el universo JMJ. La verdad es que parece un mundo aparte, un mundo en el que la alegría inunda cada esquina, y esto me da mucho que pensar. Si como cristianos nos alegramos y estamos radiantes por el simple hecho de que Jesús nos ama, ¿por qué en el día a día parece que en el mundo nada de eso existe? Y se me ocurre cuan diversa es la fe, que como estoy comprobando, cuando es vivida en comunión es cuando se vuelve realmente poderosa y se acrecienta.

Y, ¿qué se podría contar de la llegada del Papa? La verdad es que ha sido casi mágico. Los minutos se hacían eternos desde las 2:30 de la tarde que llegamos a Cibeles hasta las 7:15 que por fin el Santo Padre arribó a la plaza. En medio del calor achicharrante, nos animábamos como podíamos y la verdad que lo hacíamos muy bien. Cantos, bailes… todo valía para hacer la espera más llevadera y para recordarnos que el verdadero objetivo de la JMJ es Cristo, es edificar nuestra fe arraigándonos en Él.

Lo explicaré de forma muy clara, y me quedo corto: el asfalto no se veía, una marea humana invadía la plaza y sus calles anexas. Cuando el momento llegó y Benedicto XVI alcanzó la plaza, ésta se vino abajo. Entre nervios, incredulidad y algún que otro susto a causa del fuerte calor, recibimos al Papa lo mejor que supimos. ¡El cansancio y la espera valieron la pena!. Me siento orgulloso y como un niño al decir que he visto al Papa… ¡Su mirada, su leve sonrisa, esos brazos que medio se levantan como queriendo abrazarnos a todos,…!

Ha sido un gran día, mañana nos espera más y esto va a toda máquina. El tiempo pasa volando y cuando nos lo pasamos bien, más. Me pregunto que podrá pasarnos mañana: ¡dejémonos sorprender!

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