Con ocasión del XXV Aniversario de la Coronación Canónica de l aimagen de Nuestra Señora del Carmen, de la parroquia de S. Juan Bautista, en la Orotava, el Obispo ha escribo una misiva en la que indica que: "Como cada año,
en torno al 16 de julio, la parroquia de San Juan de la Orotava, celebra con fe
y devoción la Fiesta de Ntra. Sra. del Carmen. Este año 2013 tiene un carácter
muy especial, pues, se cumplen los 25 años de la Coronación Canónica de la
venerada imagen, que realizó el Obispo D. Damián Iguacen Borau, en la Plaza del
Ayuntamiento, el 17 de julio de 1988.
Para realzar
aquel memorable acontecimiento, la parroquia de San Juan Bautista del Farrobo y
la Cofradía de Ntra. Sra. del Carmen de la localidad, han preparado diversos
actos que se vienen desarrollando desde el mes de mayo y que culminarán con la
celebración de la Santa Misa Pontifical, el 21 de julio, en el mismo lugar
donde la imagen de la Virgen del Carmen fue coronada.
Con esta
breve carta, quiero felicitar al párroco D. Pedro Jorge Benítez, a la Comisión organizadora
y a todos los devotos de la Virgen del Carmen, por el empeño y dedicación que
han puesto para hacer que esta efemérides se convierta en una amplia
manifestación de amor y devoción a la Virgen María. Que Ella les bendiga y haga
fructificar la fe y el amor en el corazón de todos lo que participen en los
distintos actos.
"Santa María Virgen con
razón es tenida e invocada como Reina, ya que es Madre del Hijo de Dios, Rey
del Universo, colaboradora augusta del Redentor, discípula perfecta de Cristo y
miembro supereminente de la Iglesia" (Ritual de la Coronación de la Virgen).
Al recordar y celebrar la coronación de la imagen de la Virgen María,
Nuestra Señora del Carmen, renovemos nuestra devoción a la madre de Dios,
“Reina y Madre de misericordia. Vida, dulzura y esperanza nuestra”. No podemos
honrarla sólo con una corona dorada y un hermoso vestido. Su verdadera corona
somos nosotros, sus hijos, con nuestra fe y ejemplo de vida cristiana. Cuando
en nuestra vida se nota la influencia de María, entonces la estamos coronando
de verdad. Si la coronamos como Reina y Señora tenemos que dejar que influya y
reine en nuestra vida. De lo contrario sólo la estamos “decorando”, pero no la
glorificamos ni a ella ni a Dios, porque no tienen ninguna influencia sobre
nosotros.
Por eso, el signo exterior de la “coronación de la
imagen” debe llevarnos a una realidad espiritual interior que reclama de cada
uno de nosotros que, con nuestra vida, construyamos la “corona de la caridad”
del amor a Dios y al prójimo. De este modo nosotros, con nuestra fe y nuestras
buenas obras, seremos la verdadera corona de Nuestra Señora del Carmen, porque
la corona que de verdad quiere llevar la Virgen María es la de unos hijos que,
como ella —siempre y en todo— hacen la voluntad de Dios. Al aclamarla como
nuestra Reina y Señora, nos comprometemos a seguir su ejemplo en el cumplimiento
de la ley de Dios llevando una vida auténticamente cristiana.
El título de
“Virgen del Carmen” con el que honramos a la Virgen María, la Madre del Señor,
tiene su origen en “El Carmelo”, que es una cadena montañosa de Palestina (el
país de Jesús), donde unos monjes se congregaron en torno a una ermita dedicada
a la Virgen María, a la que veneraban como Santa María del Monte Carmelo.
Aquellos religiosos adoptaron el nombre de “carmelitas” y como “Hermanos de la
Virgen del Carmelo” se fueron esparciendo por todo el mundo y llevando consigo
la imagen y la devoción a la “Virgen del Carmen”. Gracias a ellos, y a través
de esta advocación, ha prendido con fuerza por todas partes, también en los
fieles de la Villa de la Orotava, el amor y el culto a la Virgen María, Madre
de Dios y Madre nuestra.
El culto a la Virgen María bajo la advocación del
Carmen tiene una especial significación en toda España, tanto tierra adentro
como en las costas, donde se la venera como Patrona de las Gentes del Mar. En
nuestras islas es incontable el número de lugares donde se celebra la Virgen
del Carmen. Entre nosotros son miles las personas que llevan el “Santo
Escapulario” como signo de consagración a la Virgen, y de confianza en su amor
y protección “ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Las fiestas
que nos disponemos a celebrar para honrar a nuestra Madre del cielo, también
nos honran a nosotros, puesto que “es de bien nacidos ser agradecidos” y al
festejarla nos reconocemos hijos de aquella que, desde la Cruz y poco ante de
morir, Jesús nos dio como Madre. “Bendita
tú entre la mujeres y bendito el fruto de tu vientre”, le dijo a María su
prima Isabel cuando fue a visitarla. ¡Bendita tú!, le decimos también nosotros,
porque has creído en Dios y grandes
cosas ha obrado el Señor por medio tuyo, clemente, piadosa y dulce Virgen
María. Sí, ¡Bendita tú y bendito el fruto de tu vientre, Jesús!
Nos cuenta el Evangelio que una vez estaba Jesús
hablando a la multitud como en tantas ocasiones. En esto una mujer emocionada en
lo más profundo del corazón ante la enseñanza de Jesús, ante su figura amable,
no pudo contener su admiración y, alzando la voz, gritó: “Dichoso el vientre que te
llevó y los pechos que te criaron” (Lc. 11,27).
El Señor la debió mirar complacido y con agradecimiento. Jesús, recogiendo la
alabanza, hace aún más profundo el elogio a su Madre: “Bienaventurados más bien lo
que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11, 28). María es bienaventurada por haber llevado en
su seno al Hijo de Dios y por haberlo alimentado; pero lo es aún más por haber cumplido
con fidelidad la palabra de Dios.
Por eso, para
que nuestras fiestas en honor a la Virgen sean plenamente de su agrado, junto a
nuestras alabanzas, nuestras oraciones y cualquier otra manifestación de afecto
a la Virgen del Carmen, hemos de poner nuestro deseo y firme propósito de vivir
—como ella— en permanente obediencia a la voluntad de Dios. No debemos olvidar,
nos enseñaba el Papa Pablo VI, que “la finalidad última del culto a
la bienaventurada Virgen María es glorificar a Dios y empeñar a los cristianos
en un vida absolutamente conforme a su voluntad”. Como a la mujer del
Evangelio, también a nosotros, que emocionados y agradecidos, gritamos ¡Viva la
Virgen del Carmen!, Cristo nos dice: "Dichosos los que escuchan
la palabra de Dios y la cumplen". Es decir, nos pide que vivamos según los
mandamientos de Dios. Sus palabras son como un eco de otras llamadas que El
mismo hizo en otras ocasiones: "No
todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los
Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos"
(Mt 7, 21) y "Vosotros sois amigos míos, si hacéis
cuanto os mando" (Jn
15, 14).
Con palabras del Papa Benedicto XVI, estos días, ante la
imagen de Ntra. Sra. del Carmen, le decimos: “Santa María, Madre Dios, Madre
nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia
Cristo. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino”.
Que Dios les
bendiga y colme vuestras vidas con toda clase de bienes. Feliz fiesta a todos.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo
Nivariense
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