En la tarde de este viernes continuaron desarrollándose los actos conmemorativos del Centenario de la Dedicación de la Catedral. Poco antes de las seis de la tarde, las campanas volvieron a repicar en señal de júbilo.
A continuación, en el exterior del templo tuvo lugar un sobrio pero emotivo acto institucional en el que estuvieron presentes el Obispo Nivariense, canónigos de las catedrales de las dos Diócesis del Archipiélago, los miembros de la Comisión del Centenario, así como distintas representaciones institucionales y de colectivos laguneros.
El primero en tomar la palabra fue el Deán, Julián de Armas, quien en un sentido discurso recordó aquel seis de septiembre de 1013, para señalar que "también hoy estamos escribiendo una página de la historia" y, por ello, La Laguna está de fiesta. Lamentó de Armas que pese a tantos esfuerzos, este centenario se abra con la Catedral todavía en obras. No obstante, "se cumplen hoy cien años, se abren las puertas no de la Catedral sino del Centenario, entremos mujeres y hombres, vistan su corazón de gala, porque en esta centuria la Catedral no ha muerto -sostuvo- al tiempo que recordaba que las piedras vivas de la Catedral son los creyentes.
El Alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo, tomaba la palabra a continuación en nombre de todas las instituciones canarias, para señalar la importancia de la jornada y del templo Catedral para la ciudad que preside. El Alcalde se refirió a la vida azarosa y llena de obstáculos que ha tenido la Catedral, un inmueble "que va más allá de un monumento artístico". Clavijo recordó la figura del Obispo Nicolás Redondo, que promovió y financió la mayor parte de la construcción de la Catedral gracias a su legado patrimonial. Igualmennte manifestó su deseo de que el edificio pueda ser abierto al culto.
El Obispo, Bernardo Álvarez, intervino señalando que "estamos ante el edificio de nuestra Catedral de La Laguna, estamos ante un enfermo convaleciente y en rehabilitación, deseando y esperando su pronta y total recuperación". El Prelado Nivariense centró su intervención en los aspectos más teológicos de una Catedral. Recordó al beato Juan Pablo II que al consagrar la Catedral madrileña de la Almudena afirmó: "Vemos la figura y contemplamos la realidad: vemos el templo y contemplamos a la Iglesia. Miramos el edificio y penetramos el misterio. Porque este edificio nos revela, con la belleza de sus símbolos, el misterio de Cristo y de su Iglesia".
"Celebrar el Centenario de la Dedicación de la Catedral significa recodar la consagración a Dios de este edificio, y esto quiere decir celebrar la obra de la salvación realizada por Dios en esta Iglesia Diocesana y, a través de ella, en nuestra ciudad de La Laguna, en toda la Diócesis y en el mundo entero", sostuvo Álvarez.
El Obispo leyó un saludo enviado por el Papa Francisco uniéndose espiritualmente "a la acción de gracias al Señor por los abundantes frutos de vida cristiana alcanzada en estos años". En esta circunstancia -añade el comunicado de la Secretaria de Estado Vaticana- "el Sumo Pontífice invita a todos los fieles a intensificar los lazos de comunión con Dios y con los hermanos" a fin de ser "vivo testimonio del amor que nos impulsa a trabajar por la construcción del Reino de Dios".
Tras el acto institucional, el Obispo presidió en la actual sede catedralicia, la celebración de la Eucaristía.
Íntegra la intervención del Obispo
La Catedral es “la Iglesia Madre” de todas las iglesias de la diócesis, por
eso, el aniversario de su consagración se tiene que celebrar en todas las demás
iglesias para mostrar así su dependencia y cohesión con ella.
Íntegra la intervención del Obispo
CENTENARIO DE LA CATEDRAL DE LA LAGUNA
6-9-2013
Saludos.
Estamos ante el
edificio de nuestra Catedral de La Laguna, estamos ante un enfermo
convaleciente y en rehabilitación. Deseando y esperando su pronta y total
recuperación. Gracias a todos por participar en este acto. Vuestra presencia
refleja la importancia que todos damos a esta centenaria señora: “La Santa
Iglesia Catedral de San Cristóbal de La Laguna”.
Hace dos días, el
pasado 4 de septiembre se cumplieron 8 años de mi ordenación de obispo. En esa
misma celebración tuvo lugar el acto de “toma de posición canónica” de esta Diócesis
de San Cristóbal de Laguna, para cuya sede fui elegido y nombrado por el Papa
Benedicto XVI.
El gesto litúrgico de
esta “toma de posesión” de la Diócesis consiste en que el Obispo recién
ordenado, después de recibir el anillo y la mitra, el consagrante le entrega el
báculo diciendo: “Recibe el báculo, signo de tu oficio pastoral” y le invita a
que se siente en “la cátedra”. Con este gesto se significa que el Obispo, en comunión
con el Papa, queda inscrito en la
sucesión apostólica y es constituido Vicario de Cristo en la Diócesis.
La “catedra”,
físicamente es simplemente una silla o sillón más o menos artístico, situada en
el templo en un lugar preferente y bien visible. Pero, la importancia de “la
cátedra” está en que es “signo del magisterio y de la potestad del pastor de la
Iglesia Diocesana, como también es signo de la unidad de los creyentes en
aquella fe que el Obispo anuncia como pastor de la porción del pueblo de Dios
que se le ha encomendado” (Ceremonial de Obispos).
La “cátedra” no es un
asiento de distinción, sino un lugar que ofrece al obispo la posibilidad de ver
y ser visto por todos los fieles y que, lejos de invitar a la presunción y
comodidad, es una llamada a velar por el bien de los fieles y a servirles de
todo corazón. Decía Benedicto XVI, “La
cátedra es símbolo de la potestad de enseñanza del Obispo, que es una potestad
de obediencia y de servicio, para que la Palabra de Dios --la verdad de Dios, no la nuestra--
pueda resplandecer entre nosotros, indicándonos el camino”.
Pues bien, la Iglesia
Catedral es aquella iglesia en la cual el obispo tiene situada “la Cátedra”,
que –en nuestra Diócesis- como todos sabemos, desde hace más de diez años y de
modo provisional, está en la Iglesia de la Concepción, de esta misma ciudad de
San Cristóbal de La Laguna.
Ahora estamos aquí, ante el edificio histórico de “la Catedral de
la Laguna” en el Centenario de su Dedicación, pero que, al mismo tiempo
–paradójicamente- en sentido propio “no es la catedral” porque en este momento
no tiene “la cátedra”.
Con esto quiero decir, que “la catedral”, antes que un edificio histórico
que destaca por su belleza arquitectónica y los tesoros artísticos que custodia,
ante todo, es una realidad teológica. Es decir, su importancia le viene por lo
que en ella acontece en relación con la obra salvífica de Dios en favor de su
pueblo.
Por eso, esta tarde, ante el monumento histórico de nuestra
catedral, nos reunimos para hacer memoria del acto litúrgico su consagración y
dedicación bajo el título de Ntra. Sra. de los Remedios, hace hoy cien años. Lo
hacemos con el deseo y la esperanza que pronto podamos abrirla y colocar de
nuevo en ella “la cátedra” del obispo. Mientras llega ese momento, un año más,
tendremos la celebración litúrgica en la iglesia de la Concepción.
La memoria revive y hace presentes los
hechos pasados. En este sentido, con la lectura del acta fundacional que
acabamos de oir, recordamos el CENTENARIO DE LA CONSAGRACIÓN DE NUESTRA
CATEDRAL DE LA LAGUNA. Esta celebración es significativa para todos los
diocesanos, lógicamente y de modo
particular para esta ciudad en la que se asienta “la Iglesia Madre” de la
Diócesis.
Como nos recuerda el Ceremonial de
Obispos, la Catedral es un símbolo de la Iglesia visible de Cristo que en esta
tierra ora, canta y adora a Dios, fuente y origen de todo bien. La Catedral ha
de ser tenida por imagen del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, cuyos
miembros –los cristianos- están unidos en la caridad y alimentados que los
dones espirituales que Dios nos ofrece.
Por eso, la Catedral no es sólo un edificio que admiramos, sino un
lugar que valoramos por lo que representa. No es un templo cualquiera. La
principal función de la
Catedral es la realización de la vida litúrgica de la Iglesia es su sentido más
pleno, porque en esas celebraciones, con la participación plenaria del pueblo
Dios en torno a su a su obispo, es donde aparece la Iglesia realizándose como
«sacramento de unidad».
En el Directorio para la Vida y Ministerio
de los obispos, leemos:
“Entre los templos de la diócesis, el
lugar más importante corresponde a la iglesia Catedral, que es signo de
unidad de la Iglesia
particular, lugar donde acontece el momento más alto de la vida de la diócesis
y se cumple también el acto más excelso y sagrado del oficio santificador (munus
sanctificandi) del Obispo, que implica juntamente, como la misma
liturgia que él preside, la santificación de las personas y el culto y la
gloria de Dios. La Catedral
es también signo del magisterio y de la potestad del Pastor de la diócesis”.
Así, pues, la Catedral constituye el símbolo
visible de la potestad y responsabilidad del Obispo en
la diócesis, es decir, la sede desde donde el Obispo ejerce su función de enseñar,
santificar y regir a la porción del pueblo de Dios que se le ha encomendado.
Un ejemplo de esta
función de madre que tiene la
Catedral , con respecto a las demás iglesias de la diócesis, es la celebración de la Misa Crismal –dentro de la Semana Santa- en la que se
consagra el Santo Crisma y los Óleos, que son llevados luego en pequeñas
ánforas a las parroquias, expresándose así la unión efectiva de todas con la
Iglesia Madre.
Por otra parte, al hablar de la Iglesia Catedral como signo de la
comunidad cristiana nos referirnos, no a una comunidad local de la Diócesis,
como es una parroquia, sino a la Diócesis misma. La Catedral no simboliza una
parte de la Iglesia, sino a la Iglesia
diocesana en su totalidad. En ella se refleja de alguna manera la historia de
fe nuestra Iglesia Diocesana, pues de ella, como si de una fuente se tratara,
fluyen los medios de salvación por los que Dios enseña, santifica y guía a su
pueblo.
Todos deben conocer para qué sirve la Catedral y cuál es su
significado. La Catedral no puede verse únicamente como un templo que admiramos
por su arquitectura singular y mucho menos un
conjunto de obras de arte para la contemplación estética. La Catedral no
es un museo. En la Catedral la Iglesia peregrina ora y celebra los misterios de
la fe cristiana, particularmente la muerte y resurrección de Cristo. Si Jesús
no hubiera resucitado y estuviera en medio de nosotros, el edificio de la
Catedral no tendría sentido.
Por eso, quienes entran en la catedral para celebrar la fe, o los
pasean por sus naves contemplando su arquitectura y las obras de arte que
contiene, han de llevarse la impresión de que se encuentran ante un testimonio
histórico en el que se descubre la unión entre el cristianismo y la cultura. Deben
saber que todo lo que observan tiene un sentido religioso y es la expresión
visible de la fe en Dios y del culto que le rinden los que creen en Él.
Y porque son expresión de fe y para cultivar la fe, todo lo que es
y contiene visiblemente la Catedral debe ser respetado, conservado y cuidado en
su verdad, es decir en el contenido y la finalidad para lo que fue hecho,
porque ahí es donde reside su principal valor.
Como dijo Juan Pablo II, en la consagración de la Catedral de la
Almudena de Madrid: “Vemos la figura y contemplamos la
realidad: vemos el templo y
contemplamos a la Iglesia. Miramos el edificio y penetramos en el
misterio. Porque este edificio nos revela, con la belleza de sus símbolos, el
misterio de Cristo y de su Iglesia”.
Cuidar su estructura arquitectónica de Nuestra Catedral y su patrimonio
artístico para transmitirlos en las mejores condiciones posibles a quienes
vengan detrás, ha sido y sigue siendo, especialmente en estos últimos años, un
objetivo permanente de los distintos obispos. Memoria agradecida al Obispo Rey
Redondo que la promovió y concluyó, poniendo en ello alma, corazón y vida,
además de los propios bienes personales heredados de su familia. Y todos los
demás obispos, que junto con los Cabildos Catedralicios que se han sucedido a
los largo de estos cien años, han velado por la conservación y el incremento
del patrimonio artístico de nuestra Catedral.
Demos gracias a Dios por la preocupación y sensibilidad religiosa
de las generaciones que nos han precedido y que han tratado no sólo de legarnos
la materialidad de este templo catedral, sino lo que significa en la vivencia
del compromiso cristiano.
Celebrar el Centenario de la Dedicación de la Catedral significa
recordar el día de la consagración a Dios de este edificio y, sobre todo, es CELEBRAR LA OBRA DE LA SALVACIÓN REALIZADA
POR DIOS, MEDIANTE LAS CELEBRACIONES REALIZADAS EN ESTE TEMPLO, EN NUESTRA
CIUDAD DE LA LAGUNA, EN TODA LA DIÓCESIS Y EN EL MUNDO ENTERO.
Esto lo que vamos a conmemorar a continuación en la iglesia de la Concepción,
donde les invito a todos a participar.
Que la Virgen María, Nuestra Sra. de los Remedios, nos acompañe al
caminar para llevar a feliz término las obras de rehabilitación de nuestra
Catedral y le pido que interceda ante su Hijo, como lo hizo en las Bodas de
Caná, para que pronto podamos venir hasta este lugar en que estamos ahora y
entrar por esta puerta abierta y cantando: “Que alegría cuando me dijeron vamos
a la casa del Señor”. GRACIAS.
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