El derecho al agua debería ser un derecho humano fundamental incuestionable: cada 20 segundos muere un niño por la contaminación del agua, cerca del 90 por ciento de los casos de diarrea son causados por el estado del agua y por la escasa higiene, la falta del acceso al agua potable y limpia afecta especialmente a la infancia y a las mujeres.
Proyecto de Manos Unidas: Uganda, donde el agua y el saneamiento van de la mano.
Estamos en Uganda. En algún lugar de la diócesis rural de Mytiana. Una región formada por múltiples aldeas, dispersas entre terrenos de vegetación exuberante, que regalan al visitante con imágenes que podrían resultar idílicas, pero que esconden, en su mayoría, grandes dramas humanos derivados de la pobreza y la marginación.
Hacemos nuestro recorrido acompañados por Joseph Ssekyewa, director de Cáritas Mytiana y socio local de Manos Unidas en la zona. Hace ya tiempo que Ssekyewa y su equipo son conscientes de que el agua, que llena de color y vida la zona, es también una amenaza para la mayoría de sus pobladores. Y muy especialmente para los niños.
Por ello, los dos principales proyectos que se llevan a cabo en la diócesis están relacionados con el agua. “En esta diócesis rural, nos explica mientras recorremos algunos caminos embarrados, en los que el agua estancada aparece cubierta de mosquitos y otros insectos, la gente saca agua de pozos que no están protegidos. El agua de lluvia que va a esos pozos y la gente la bebe sin tomar precauciones”.
Y esa falta de precauciones son las que llevan la enfermedad a las familias. Sobre todo a los más pequeños. Son frecuentes la diarrea y la disentería, y habituales los parásitos. En el trayecto encontramos, además, algunos de esos pozos, cavados superficialmente en lugares poco salubres. Y bombas de agua instaladas por el Gobierno, caracterizadas todas por lo mismo: ninguna funciona.
Nos adentramos en una de estas aldeas que jalonan los caminos. Nos llama la atención la limpieza de los suelos de tierra roja, la decoración de las pequeñas cabañas de arcilla y la variedad de los cultivos. Esta comunidad es una de las beneficiarias de los proyectos de agua que apoya Manos Unidas.
“Gracias a este programa puedo acceder al agua limpia y gracias también al programa, que ha incluido la losa de la letrina, he comprobado que mi familia ya no tiene tantas enfermedades como antes”, nos cuenta Massigue Masande, que nos enseña con orgullo su nuevo horno ecológico y el secadero exterior de platos y utensilios, que evita la aparición de mohos y bacterias.
Todo ello forma parte del proyecto que se está intentando implementar en todas las aldeas. Poco a poco. La diferencia entre las que ya forman parte del programa y las que no es notable.
“Les damos formación acerca del ciclo de conservación del agua, desde que se saca del pozo hasta que es usada. Se tiene que usar agua limpia, almacenarla en contenedores limpios y algo fundamental, hay que hervirla antes de beberla”, explica Joseph Ssekyewa.
El agua y el saneamiento van en este proyecto de la mano. Por eso Ssekyewa y su equipo hacen hincapié en la limpieza de la casa: “incluso si tienes agua limpia y la casa no guarda los estándares de limpieza adecuados, se seguirán sufriendo esas enfermedades relacionadas con la falta de saneamiento”.
Tip-tap: tan fácil como eso. Y sobre todo, les hacen ver la importancia de tener unas letrinas que estén limpias. Todo ello forma parte del programa de “hidrohigiene”. Massigue fue una de las pioneras. “Lo que más he aprendido con la formación es higiene. El secadero de cubiertos, la ducha, la letrina… todo lo que he aprendido se lo estoy enseñando a otras mujeres para que lo puedan llevar a cabo en sus comunidades”.
Mientras tanto, el pequeño Chris espera con ganas nuestra llegada. A él le ha correspondido “fabricar” uno de los utensilios más importantes de la casa: el tip-tap. Lo ha aprendido en el colegio, en primaria. El tip-tap se ha hecho indispensable para mantener la higiene familiar. Situado a la puerta de las letrinas, su función sería la de un lavamanos, un tanto rudimentario: un bidón de plástico (que se rellena con agua), un poco de cuerda, unos palos, y algo de maña, es todo lo que se necesita para hacer un funcionar un artilugio que, a golpe de pie, y con un poco de jabón, permite a la familia tener agua limpia para algo fundamental: lavarse las manos después de utilizar las letrinas.
Beneficiarios directos: 4.480 personas; 640 familias; 8 aldeas de Mubende y Kiboga. Beneficiarios indirectos: 10.000 personas. El programa es una ampliación de un programa anterior de recogida y almacenamiento de agua de la lluvia puesto en marcha en Mytiana y apoyado también por Manos Unidas.
Proyecto de Manos Unidas: Uganda, donde el agua y el saneamiento van de la mano.
Estamos en Uganda. En algún lugar de la diócesis rural de Mytiana. Una región formada por múltiples aldeas, dispersas entre terrenos de vegetación exuberante, que regalan al visitante con imágenes que podrían resultar idílicas, pero que esconden, en su mayoría, grandes dramas humanos derivados de la pobreza y la marginación.
Hacemos nuestro recorrido acompañados por Joseph Ssekyewa, director de Cáritas Mytiana y socio local de Manos Unidas en la zona. Hace ya tiempo que Ssekyewa y su equipo son conscientes de que el agua, que llena de color y vida la zona, es también una amenaza para la mayoría de sus pobladores. Y muy especialmente para los niños.
Por ello, los dos principales proyectos que se llevan a cabo en la diócesis están relacionados con el agua. “En esta diócesis rural, nos explica mientras recorremos algunos caminos embarrados, en los que el agua estancada aparece cubierta de mosquitos y otros insectos, la gente saca agua de pozos que no están protegidos. El agua de lluvia que va a esos pozos y la gente la bebe sin tomar precauciones”.
Y esa falta de precauciones son las que llevan la enfermedad a las familias. Sobre todo a los más pequeños. Son frecuentes la diarrea y la disentería, y habituales los parásitos. En el trayecto encontramos, además, algunos de esos pozos, cavados superficialmente en lugares poco salubres. Y bombas de agua instaladas por el Gobierno, caracterizadas todas por lo mismo: ninguna funciona.
Nos adentramos en una de estas aldeas que jalonan los caminos. Nos llama la atención la limpieza de los suelos de tierra roja, la decoración de las pequeñas cabañas de arcilla y la variedad de los cultivos. Esta comunidad es una de las beneficiarias de los proyectos de agua que apoya Manos Unidas.
“Gracias a este programa puedo acceder al agua limpia y gracias también al programa, que ha incluido la losa de la letrina, he comprobado que mi familia ya no tiene tantas enfermedades como antes”, nos cuenta Massigue Masande, que nos enseña con orgullo su nuevo horno ecológico y el secadero exterior de platos y utensilios, que evita la aparición de mohos y bacterias.
Todo ello forma parte del proyecto que se está intentando implementar en todas las aldeas. Poco a poco. La diferencia entre las que ya forman parte del programa y las que no es notable.
“Les damos formación acerca del ciclo de conservación del agua, desde que se saca del pozo hasta que es usada. Se tiene que usar agua limpia, almacenarla en contenedores limpios y algo fundamental, hay que hervirla antes de beberla”, explica Joseph Ssekyewa.
El agua y el saneamiento van en este proyecto de la mano. Por eso Ssekyewa y su equipo hacen hincapié en la limpieza de la casa: “incluso si tienes agua limpia y la casa no guarda los estándares de limpieza adecuados, se seguirán sufriendo esas enfermedades relacionadas con la falta de saneamiento”.
Tip-tap: tan fácil como eso. Y sobre todo, les hacen ver la importancia de tener unas letrinas que estén limpias. Todo ello forma parte del programa de “hidrohigiene”. Massigue fue una de las pioneras. “Lo que más he aprendido con la formación es higiene. El secadero de cubiertos, la ducha, la letrina… todo lo que he aprendido se lo estoy enseñando a otras mujeres para que lo puedan llevar a cabo en sus comunidades”.
Mientras tanto, el pequeño Chris espera con ganas nuestra llegada. A él le ha correspondido “fabricar” uno de los utensilios más importantes de la casa: el tip-tap. Lo ha aprendido en el colegio, en primaria. El tip-tap se ha hecho indispensable para mantener la higiene familiar. Situado a la puerta de las letrinas, su función sería la de un lavamanos, un tanto rudimentario: un bidón de plástico (que se rellena con agua), un poco de cuerda, unos palos, y algo de maña, es todo lo que se necesita para hacer un funcionar un artilugio que, a golpe de pie, y con un poco de jabón, permite a la familia tener agua limpia para algo fundamental: lavarse las manos después de utilizar las letrinas.
Beneficiarios directos: 4.480 personas; 640 familias; 8 aldeas de Mubende y Kiboga. Beneficiarios indirectos: 10.000 personas. El programa es una ampliación de un programa anterior de recogida y almacenamiento de agua de la lluvia puesto en marcha en Mytiana y apoyado también por Manos Unidas.
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