
En la misma Última Cena Jesús pidió a los suyos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. “La señal por la que se sabrá que sois discípulos míos es que os amáis los unos a los otros”. Jesús no pide nada que el no haya hecho antes con nosotros. “El mandamiento del amor es posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser mandado porque antes es dado” (Dios es amor, n. 14).
El Jueves Santo es como un poema con varias estrofas pero con un solo estribillo: “Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Y ese “extremo” ha sido dar la vida. ..
Y es gracias a esa entrega, a ese ser liberados del pecado, que nosotros podemos amar como El nos ama: “Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este «antes» de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta” (Dios es amor, n. 17).
Es posible amarnos unos a otros porque El nos ha amado primero y porque nos ha dejado la fuente de ese amor en el Sacramento de la Eucaristía: “tomad y comed… tomad y bebed”... Esto es lo que hoy, Jueves Santo, celebramos los católicos. “Acercaos hermanos todos, que es Dios mismo quien invita”.
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