sábado, 30 de marzo de 2013

LOS DOLORES DE CRISTO, LOS DE LOS OTROS Y LOS NUESTROS

El Obispo presidió en la Sede Catedralicia los cultos del Viernes Santo. Bernardo Álvarez invitó a los fieles presentes a poner los ojos y el corazón en Jesús para aprender en su manera de afrontar el sufrimiento y la cruz. El prelado señaló que a Jesús le buscaban por muchos motivos y propuso “buscar al Cordero que quita el pecado del mundo para seguirlo”. “Él nos ha ofrecido el perdón y la salvación”.  “Por nuestra causa, padeció, murió y fue sepultado”, recordó citando el Credo, “se sacrificó por la humanidad para liberarnos del pecado y sus consecuencias”. 

 Siguiendo el relato de la Pasión, realizó una triple lectura desde: los padecimientos y dolores de Cristo; los nuestros, los de cada uno; y, en tercer lugar, el dolor de los demás, el dolor del mundo. A la luz del sufrimiento de Cristo exhortó a entender el dolor propio y el dolor de los demás. “Él con su pasión lo ilumina todo”, señaló Álvarez. Mirando a los dolores de todo tipo de Cristo expuso que cada uno a lo largo de la vida sufrimos y que, en esos momentos, hay que mirar a Cristo para como Él “ponernos en manos del Padre, no devolver mal por mal y ofrecer el dolor”. 

En relación al sufrimiento ajeno, el Obispo tuvo presente tantas situaciones dolorosas que viven millones de personas en el mundo. Lo primero es “no hacer sufrir a los demás, no hacer daño a nadie y, en segundo lugar, ser cirineos, ayudar a llevar las cruces”. Esto supone acompañar en la soledad, consolar en la tristeza, ayudareconómicamente en la pobreza, defender sus derechos, apoyarle en sus luchas por la justicia” – expuso Álvarez. “La pasión de Cristo se repite en millones de personas porque Él dijo que lo que hagan a uno de estos mis hermanos a mí me lo hacen”. 
 
Por último, Bernardo Álvarez propuso no olvidar lo fundamental, “ir a Dios” y contemplar este día la pasión de Cristo para aprender cómo afrontó Él esta realidad. Ante la pasión lo cierto es que “siempre tenemos que imitar a Jesús: La confianza en el Padre, su paciencia, mansedumbre, etc. Él padeció por nosotros dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas”- concluyó.

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