"No se les ve por la calle, no se les escucha en la radio, nadie sabe muy bien cómo viven... Parece que no existen. Si no fuera porque sus dulces elaborados con delicadeza son exquisiteces, supondríamos que ya no se les puede encontrar. No usan marketing comercial para informarnos de sus productos. Viven escondidos para el mundo; escondidas tras los muros gruesos de sus monasterios. No se les ve, pero están.
Las monjas y los monjes de clausura si existen.
No hace mucho tiempo un grupo de matrimonios me preguntaba por la razón y sentido de la vida contemplativa en clausura. ¿Qué hace un grupo de mujeres encerradas en un monasterio con la cantidad de necesidades sociales a las que se pudieran dedicar? ¿No estaría Dios más contento con un compromiso social intenso y pleno en lugar de una vida escondida?
Si se tratara de una mera vida escondida, sí que sería una pérdida las vidas de los monjes y las monjas de clausura. Pero no están sólo escondidos. Y si están escondidos es para algo por lo que vale la pena entregar la vida. Están rezando por todos y en lugar de todos. Para eso están allí.
Mañana domingo se nos invitará a todos los creyentes a reconocer y agradecer la entrega de quienes se dedican a la oración continua en favor de los hermanos y de todas las personas de este mundo. Los contemplativos, los consagrados en clausura.
¿Estás feliz y satisfecho? En un rincón, oculta, alguien da gracias a Dios en tu nombre. ¿Estás triste, agobiado, estresado, problematizado? Hay quien reza por ti y pide a Dios la paciencia y la fortaleza que necesitas. ¿No tienes fe, o te cuesta creer? Hay quien pide a Dios en tu nombre.
Si la oración no tiene valor, las monjas y los monjes no valen nada. Pero si la oración es la respiración que necesita el cuerpo extenuado de esta sociedad, entonces vale la pena que estén escondidos y escondidas por nosotros.
Sí, amigos. Ellas y ellos existen. ¡Gracias a Dios!."
("La carta de la semana" de Juan Pedro Rivero para el programa del Espejo )
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