"¿De qué estamos hablando cuando hablamos de Viera y Clavijo? ¿De un centro de enseñanzas medias? ¿De una plaza? ¿De una calle? Puede que últimamente, dadas las referencias hechas al conmemorar la fecha de su muerte -hace 200 años- con el Día de las Letras Canarias, el pasado 21 de febrero, podamos responder que, además de todo lo enseñado, también hablamos de un cura cuando hablamos de Viera y Clavijo.
Un sacerdote del siglo XVIII del que dijo el poeta Manuel Verdugo: "Este clérigo inquieto y cortesano que traduce a Voltaire y a Cristo reza, tiene en su enjuto rostro la firmeza y la astucia de un viejo castellano". Un historiador, un promotor de la ciencia, un humanista y literato, un traductor, un hombre del pensamiento y la cultura, y un hombre de fe.
Decir de alguien que es "cura", en la actual coyuntura social, puede despertar en no pocas personas un suspiro traducido por algo así como "el pobre...", y sin embargo en ese caso, como en tantísimos que conozco, la condición sacerdotal alimenta y anima un compromiso serio y firme por el bien de los demás y la profundidad en cuanto de digno existe en la vida social.
Un hombre sin miedo a las dudas, con preocupación por el bien común, por su tierra y por su historia; un hombre sensible con los movimientos culturales en la medida que afectan al bien de las personas; un hombre sano de pensamiento y profundo de convicciones. Un paradigma elocuente para cuantos pertenecemos a su mismo presbiterio doscientos años más tarde.
En su vida pudiera repetir las posibilidades que en ellas hemos tenido y volver a rehacer, con plena libertad, aquellas decisiones que un día hemos tomado, personalmente les diría que volvería a pedir ser sacerdote: ser cura. Y lo haría, no ya con la tierna emoción de entonces, sino con la convicción de que la gente de mi tierra, como nos decía el obispo que nos ordenó, aunque crea que no nos necesita, que le sobramos, en el fondo, aunque no sean de verdad conscientes de ellos, siguen necesitando de muchos ´vieras y clavijos´.
Si, Viera y Clavijo era un cura".
(Juan Pedro Rivero, rector del seminario, en la sección del Espejo "La carta de la semana").
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