Segundo domingo de Cuaresma. Mediodía en Roma. Cielo azul sobre un mar
humano congregado en la Plaza de San Pedro para rezar con Benedicto XVI
en el ultimo Ángelus de su pontificado. El Evangelio del día al centro
de la reflexión del Papa. “El tiempo cuaresmal nos enseña a disponer el
tiempo justo a la oración personal y comunitaria, dando así respiro a
nuestra vida espiritual” meditó el Santo Padre, enfatizando que “la
oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones”, como
hubiese querido hacer Pedro sobre el monte Tabor. Reconociendo también
que la oración “conduce a la acción”, el Pontífice confesó: “Esta
Palabra de Dios la siento dirigida particularmente a mí, en este momento
de mi vida. El Señor me llama a ‘subir al monte’, para dedicarme aún
más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar la
Iglesia, por el contrario, si Dios me pide esto, es justamente para que
yo pueda continuar sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con
el que lo he hecho hasta ahora, pero de una manera más adecuada a mi
edad y a mis fuerzas”. Al final de la alocución mariana Benedicto XVI
agradeció en diferentes idiomas los numerosos testimonios de afecto,
cercanía y oraciones que le están llegado en estos días de todas partes
del mundo. (RC - RV).
No hay comentarios:
Publicar un comentario