Un martes de carnaval, el
de este año, que nos ha servido, sin duda, para adentrarnos en el camino
cuaresmal de una forma nueva y verdaderamente fraterna, los formadores y los
seminaristas de ambos seminarios mayores de las dos diócesis de Canarias, hemos
compartido un día de encuentro y excursión:
Hemos rezado juntos en la
actual sede de la Catedral de San Cristóbal de La Laguna, hemos desayunado
juntos por generosidad de la Parroquia de la Concepción de La Laguna, hemos
visitado juntos el Palacio Episcopal y celebrado juntos en la Capilla del Sr. Obispo,
presididos por él, juntos hemos subido al Teide y gozado de estos detalles de
la Creación, juntos hemos almorzado en el Seminario y juntos hemos visitado y
orado por las vocaciones a los pies de la imagen de la Patrona de Canarias, la
Virgen de Candelaria. Un día juntos. Un día hermoso.
Porque encontrarnos es la forma en la que la vida humana configura su crecimiento. No puede ser de otra manera. Somos en la medida que los “otros” se aproximan a “nosotros”, y al revés. El aislamiento y la soledad no resultan humanos. Incluso en la vida espiritual tenemos esa invitación convertida en himno de la Liturgia de las Horas que reconoce saber “que estando contigo, tú estás en medio, Señor” porque, en el fondo, no vamos a soledad cuando nos vamos a orar.
Somos siempre con los “otros”. No existen los presbíteros aisladamente, sino en medio de un presbiterio y colaborando con el obispo, que los preside. Sólo nos descubrimos a nosotros mismos, como dice Ortega y Gasset, “en el jardín que está tras el balcón de la mirada del otro”. Pero no basta con el hecho. No es suficiente el encuentro si no lo anhelamos como un medio de gracia que nos ayuda a crecer. Vamos a intentar acrecentar en nosotros la disposición para que el “encuentro” sirva y nos sirva.
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