Hace cinco años, mientras se celebraba
en Roma la Congregación General que nombró al P. Adolfo Nicolás sj, superior de
los jesuitas, a mí me tocaba trabajar en mi oficina de Radio ECCA. Sabía que
esa mañana, una vez elegido el P. Nicolás, los jesuitas congregados iban a ser
recibidos por el papa Benedicto XVI. Cuando me llegó el correo-e con las
palabras que el Papa dirigió a mis compañeros, una emoción grande me llenó y
los ojos se me hicieron agua y sal de alegría.
El papa nos hablaba con un lenguaje que
reconocíamos y nos invitaba a cumplir la misión de la Compañía de Jesús. Nos
alentaba para estar en lo que él llamó las fronteras (la injusticia, el diálogo
interreligioso, la cultura, la ética, la secularidad...). Nos invitaba a que
esa presencia naciera del seguimiento de Jesús y del compromiso con la Iglesia.
Me emocionó por muchos motivos, entre otros porque, como jesuita, me sé
vinculado a la misión del Papa por un voto que estimo sagrado.
Ahora el papa anuncia que se marcha y
que se marcha por motivos lógicos: está mayor y sabe que los desafíos que tiene
la Iglesia por delante requieren siempre de vigor y fortaleza. ¡Cosa más
normal! Ya incluso se hizo en su día con los obispos. ¡Y quien va a negar que,
por ejemplo, ha sido una suerte para la Iglesia que D. Damián Iguacén se
"jubilara como obispo" y continuara con su ministerio espiritual
durante tantos años!
Me parece un privilegio haber vivido
como jesuita el pontificado de Benedicto XVI. Ha sido aliento y desafío para la
misión de la Compañía de Jesús. Es un privilegio también estar ante un hombre
que es capaz de reconocer cuándo es el momento de dar un paso como este.
Sencillamente, toca rezar por él y por la Iglesia, que tiene que elegir nuevo
Papa. Mientras tanto, volveré a leer hoy aquellas palabras que dirigió el Papa
a los jesuitas, hace cinco años.
Lucas López. S.J.
No hay comentarios:
Publicar un comentario