Querídimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo
con que habéis llevado junto a mi el peso de mi ministerio, y pido perdón por
todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor,
Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con
su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por
lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la
Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
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